Antonio Martínez fue uno de los niños que, con la valentía y el arrojo que da la niñez, fundó hace más de 30 años la Hermandad Infantil y Juvenil Virgen de los Perdones. Hoy en día es Hermano Mayor de la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestra Señora la Santísima Virgen de las Angustias, a la que considera una parte fundamental de su vida.
Y es que el tiempo que tanto él, como muchos de los hermanos que forman la Hermandad le dedican, se lo quitan a sus familias, a sus otras aficiones. Y no sólo es trabajo, si no también preocupaciones, satisfacciones y una enorme responsabilidad.
Pero si algo tiene claro es que la recompensa espiritual que tanto el trabajo en la Hermandad, como su cargo conllevan no se compara con nada.
¿Qué significa ser Hermano Mayor de la Hermandad de la Virgen de las Angustias?
Para mí, ser Hermano Mayor de una Hermandad y, en concreto, de la mía, es un verdadero orgullo. Pienso que es algo que a todo cofrade le haría ilusión, ya que es una manera de trabajar en primerísima línea por tu cofradía. Aparte, es una enorme responsabilidad, porque tienes mucha gente detrás, es un trabajo enorme, lidias con muchas personas, y tienes una gran carga sentimental que todo este trabajo lleva aparejado.
Mi Hermandad para mí es parte de mi vida. Sin ella me faltaría algo, es como parte de mi familia. Porque la Hermandad no sólo es el acto religioso en sí, que es fundamental, sino que también son las amistades que haces dentro de ella. Y es que, personalmente, yo tengo amigos que sé que no lo serían si no estuviera dentro de la Semana Santa o de la Hermandad. Son personas a las que vería por el pueblo, con las que hablaría, pero con las que no tendría una relación estrecha, no serían mis amigos. Y esto es parte fundamental de una Hermandad. De hecho, de ahí viene su nombre, de hermanos, de convivir, de compartir experiencias, buenos y malos momentos.

¿Merece la pena el trabajo que hacéis, todo ese esfuerzo absolutamente altruista?
Aquí ganar, no ganas nada, es cierto. Pero bueno, es una afición más, aunque basada en la fe. Unos invierten en otras cosas y nosotros invertimos en esto, invertimos tiempo e invertimos dinero. ¿Merece la pena? Hay momentos de todo. Hay momentos en los que tienes muchas preocupaciones, muchos problemas que hay que ir solucionando y dices para qué me habré metido yo en esto. Pero, al fin y al cabo, merece la pena, si no, no estaríamos aquí.
Por ejemplo, cuando tienes un proyecto entre manos, lo expones en Junta de Gobierno, sale adelante, trabajas para lograrlo y, cuando lo ves conseguido, es una satisfacción enorme. Y no sólo hablo de proyectos materiales sino también de proyectos de formación, de caridad… te sientes muy satisfecho. O cuando llega el día de tu procesión, el hecho de que salga todo bien es una satisfacción enorme.
El otro día en el Besamanos de la Virgen, caía una lluvia horrible, y ver como venía la gente mayor a la que traían sus familias en coche sólo para ver a su Virgen, es una satisfacción absoluta. Ese tipo de gestos lo son todo.
Otro caso: un niño que ha contactado con nosotros a través de una persona de la Hermandad. Está emocionado porque es la primera vez que va a salir con nosotros en la procesión y dice que para él es un orgullo muy grande poder salir acompañando a la Virgen. De hecho, le ha hecho un pañuelo para que lo lleve el Viernes Santo en las manos. Y el niño está feliz. Y sinceramente, si hemos hecho feliz a este niño, nuestro trabajo ya vale la pena.
¿Se están perdiendo devotos entre la gente joven? ¿Hay menos gente joven dispuesta trabajar por la Hermandad?
No sé si hay más gente devota o no. Pero sí es cierto que, hablo en general, a la gente joven le cuesta asumir responsabilidades, le cuesta implicarse. Hay excepciones, por supuesto, hablo en general. Pero creo que sucede en todos los ámbitos, no sólo en este.
¿Puede que sea porque la gente joven no acaba de encontrar su hueco en la religión?
Puede ser… Es cierto que la religión no está ahora en su mejor momento, pero creo que la Hermandad es precisamente un lazo de unión entre la Iglesia y la gente.
Hay mucha gente que critica el hecho de que alguien que nunca va a la Iglesia, que no es practicante, luego salga en un trono. Pero yo digo que, si no fuera por ese hecho, ese fino lazo que todavía le une a la religión gracias a la Semana Santa, ya no existiría, estaría roto del todo.
Si gracias a esos días de procesiones haces que esa persona rece un padre nuestro y se acerque un poco a la religión, algo estás consiguiendo.

Entonces en estos casos, se desliga la fe de la devoción. ¿Crees que ocurre mucho dentro de las Hermandades?
Para mí es indisoluble. Pero claro no sé qué opinan los demás… Para mí la fe en Dios es fundamental para estar en la Hermandad, es lo que me mantiene ahí, si no fuese por eso, no estaría.
Podría ser una fiesta más, un desfile más como podría ser el carnaval, o las carrozas de la Feria. Pero una Hermandad es algo totalmente diferente porque la base de esto es la fe en Jesucristo, en su Madre y en Dios Padre, como no puede ser de otra manera. Si eso no está te quedas cojo. Creo que, si careces de esa fe, de esa base, es muy probable que esto no termine enganchándote. Porque tú ya trabajas por ir a trabajar y, además, cobras. Y aquí lo único que te damos es trabajo y lo que te pedimos es que trabajes, que aportes algo. Aquí tú te llevas una recompensa, que no es material, es una recompensa espiritual, por ello, si no crees, no te metes. Igual estás un año o dos, pero no más. La fe es el cimiento de esto.
¿Qué significa para ti la Semana Santa?
Es un modo de vida. Porque la Hermandad es un modo de vida, no es solo la Semana Santa. Las Hermandades tienen unos fines que vienen establecidos en los estatutos. Se crearon en su momento para dar culto externo a las imágenes y podríamos decir que este hecho es la apoteosis de una Hermandad, porque es lo que se ve y quizá lo que todo el mundo disfruta más, tanto los de dentro como los que lo ven desde fuera. Pero detrás lleva mucho trabajo que no tiene por qué tener relación con la Semana Santa: mantener el patrimonio, que es del pueblo y que, si no fuera por la Hermandad, probablemente no existiría; mantener un grupo de gente, unas costumbres; y la caridad, que es lo que menos se sabe. Y creo que es un error. Porque lo que se sabe de las Hermandades es que traemos una banda, sacamos las imágenes a la calle… Pero detrás hay mucho trabajo diario de ayuda a familias, de ayuda al necesitado y de estar siempre dispuestos. Además, colaboramos con todo lo que se nos solicita a nivel local. Ayer mismo estuvimos en una reunión porque desde los Centros Educativos se nos ha pedido colaboración para un proyecto concreto. Pero en otro momento se nos pide colaboración para otra cosa, y también estamos. Colaboramos también con la Asociación de la Tercera Edad… Y estas cosas son menos visibles, pero son una parte fundamental de una cofradía.
¿En qué consiste esa colaboración con los centros educativos?
Es un proyecto chulísimo, liderado por Enrique Morales Toribio, profesor del CEIP Reyes Católicos de la localidad. Desde los centros educativos quieren introducir el patrimonio local dentro del currículum, es decir, que un niño desde que entre en el sistema educativo en Infantil hasta que salga del Instituto tenga la oportunidad de conocer, a través de la formación, el patrimonio del pueblo, tanto material como inmaterial. Y nos pidieron a las diferentes asociaciones del pueblo que pensemos qué podemos ofrecer a los niños para que aprendan.
Me parece una idea fantástica porque conocer el patrimonio es fundamental, ya que no se valora lo que no se conoce. Y lo que se valora, se cuida.

Hace poco que se llevó a cabo la restauración de la Ermita y ahora es el manto el que está en proceso de restauración. ¿Lo lleváis a cabo con subvenciones de las Instituciones, con donativos…?
En estos últimos años, debido a la pandemia, las Hermandades estarían en un serio problema si no fuera por las subvenciones municipales.
Antes, nosotros teníamos la capacidad de obtener otros ingresos. Por ejemplo, aparte de las cuotas de Hermanos y de los donativos que generosamente hace la gente, siempre hemos realizado rifas, sorteos, lotería semanal y sorteos especiales, la caseta de la Feria, el chiringuito que montamos en la Patrona, la venta de recuerdos y merchandising de la Virgen… todo lo que se nos va ocurriendo. Ese es el grueso de nuestros ingresos y con lo que la Hermandad se mantiene a flote. Y aparte el Ayuntamiento nos da una subvención a cada Hermandad que va destinada a la Semana Santa.
Estos años, a pesar de que no ha habido procesiones, el consistorio ha seguido otorgándonos la subvención y gracias a eso hemos sobrevivido porque nuestras otras fuentes de ingresos, al no poder organizar absolutamente nada, desaparecieron. Gracias al Ayuntamiento nos hemos mantenido a flote.
En cuanto al manto de la Virgen, el importe íntegro del trabajo de restauración ha sido cubierto por una subvención de algo más de 13.000 euros que destinó el Ayuntamiento. Y fue una subvención directa desde la concejalía de Cultura para conservar ese patrimonio. Y adelanto que esta restauración nos va a deparar muchas sorpresas. Hasta aquí puedo leer.
¿Cuántos hermanos sois en la Hermandad de la Virgen?
Somos unos 500 hermanos, pero tenemos la suerte de que somos la Hermandad de la Virgen, la patrona de la ciudad, y cuenta con muchísimos devotos, que, aunque no sean hermanos, colaboran, ayudan y dan su donativo.
¿En cambio, os estáis viendo escasos de gente para sacar las imágenes en procesión?
Nosotros podemos estar satisfechos porque en la cuadrilla de la Virgen tenemos ahora más gente que antes de la pandemia. El Cristo de la Columna también tiene gente de sobra para que puedan turnarse. Y el que más problemas tiene es el Sepulcro, pero es de siempre. Supongo que es porque es el menos llamativo… pero bueno, también está solucionado: hemos tenido que echar mano de contactos, hacer un poco el compromiso, pero al final lo hemos cubierto.
Los dos años de parón han hecho mucho daño. Cuando empezó la pandemia, Cristóbal Gallardo, el Mayordomo de la Hermandad de Jesús, y yo hablamos en su momento sobre lo que nos iba a costar arrancar. Y es normal. Después de dos años, hemos perdido un poco a la gente que colaboraba con nosotros, sobre todo en los tronos, y recuperarla ahora está siendo difícil: hay que ensayar, dejar a la familia… y eso sin contar a la gente que tiene miedo por el Covid y no se quiere meter debajo de un paso, que es algo absolutamente respetable.
¿Cómo han sido esos dos años sin Semana Santa?
¡Estupendos! Sin hacer nada, sin calentamientos de cabeza (risas).
Fuera bromas, personalmente, ha sido muy complicado, muy duro, porque trabajas para que las imágenes salgan a la calle… Aunque también es cierto que la Semana Santa no ha dejado de celebrarse. Los que creemos en esto hemos seguido celebrándola, aunque de una manera diferente. En 2020, en nuestra casa, siguiendo las ceremonias religiosas por la tele porque estábamos completamente encerrados. Y el año pasado, a pesar de que tampoco hubo procesiones, sí hubo ceremonias religiosas, pudimos ir a la Iglesia a celebrar los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
No pudimos celebrarla en la calle, pero la Semana Santa estaba ahí. Perdimos la parte de tradición, que es la parte de poner tu fe en la calle, de salir a la calle con las imágenes, y perdimos la parte del contacto humano, del roce entre los Hermanos, la convivencia. Pero sí pudimos acudir a la Iglesia.
¿Qué sientes cuando sales en la procesión? Qué es para ti salir en una procesión
Salir en una procesión es poner la fe en la calle. Y es una mezcla de sentimientos. Por un lado, el orgullo de un trabajo bien hecho que lleva muchas horas de ensayos y esfuerzo, y, por otro, muchos nervios, sobre todo antes de que salga la procesión.
Cada uno lo siente de una manera diferente porque cada uno tiene unas vivencias. Yo salgo de penitente y paso muchos nervios previos a que salga la procesión. Pero una vez está en la calle me tranquilizo y lo disfruto más. Rezas por gente a la que quieres, por gente que necesita ayuda, te acuerdas de la gente que te falta. Son miles de sentimientos los que se te pasan por la cabeza… no es que salgas a desfilar porque esto lleva un sentimiento aparejado y, si no lo tienes, te quedas en la mitad, y es una pena. Yo disfruto tanto de este momento, de rezar, de ver a la gente en la calle, a alguien en concreto que sabes que lo está pasando mal y pedir por él o ella… se te pasan miles de cosas por la cabeza.
¿Y cuándo acaba? ¿Qué se le pasa a Antonio Martínez por la cabeza?
Una tranquilidad enorme, sobre todo si ha salido bien. Hay años en que se complica y tienes un poco de desazón, da rabia después de tanto trabajo. Pero bueno, al final, siempre agradeces: la procesión ha salido y ha llegado, que es lo importante, no ha habido ningún contratiempo grave, nadie se ha hecho daño… mucha tranquilidad.
Aunque no te da mucho tiempo a pensar porque enseguida tenemos que recoger. Parece que encierras la procesión y se acaba todo. Y no, de hecho, creo que es peor desmontarlo que montarlo, porque la procesión ha finalizado y vas más desanimado. Pero bueno, si ha salido todo bien, es una satisfacción.
Mira, hay una cosa que para mí es fundamental y es ver la cara de los hermanos que participan en la procesión. Cuando se lo han pasado bien, se les nota en la cara que han disfrutado. Y cuando ves que los compañeros de un paso se abrazan es cuando piensas que esto merece la pena.

¿Y eso de que la gente prefiere un paso que otro y no saldría en otro bajo ningún concepto?
Sí, sí, desde luego. Porque tu devoción primera es esa y tú no lo puedes cambiar, ese es su sentimiento. No es que estés denostando otra cosa, sino que tu devoción primera es otra. Te tiene que transmitir algo y si a mí quien me transmite es la Virgen de las Angustias, yo quiero salir en el trono de la Virgen. Pero hay muchas personas que, por colaborar, salen en un paso, aunque no sea su preferencia. Y sabemos que su fin último va a ser salir en otro, pero hacen el esfuerzo y el favor de colaborar de esa manera.
La tradición familiar juega un papel muy importante aquí porque estos sentimientos se heredan.
Y también hay que entender que la Virgen de las Angustias, además de la patrona de Vera, es la Virgen María, que es una sola, aunque la advocación sea otra. Y la Virgen María tiene muchísimos fieles.
¿Cómo has llegado hasta aquí? Porque llevas ligado a la Semana Santa y a las Hermandades desde que eras un niño.
En mi casa, la religión ha estado siempre muy presente. Pero no han sido cofrades, como podamos serlo mi hermano y yo.
Cuando éramos unos críos, nos dio por hacer, junto a otros niños de Vera, muñecos pequeños de barro del Nazareno y la Virgen, aquí en la Terraza Carmona. A Antonio Carmona, que en paz descanse, le quitábamos las flores, le deshojábamos todas y hacíamos petalás. Luego se enfadaba con nosotros, con razón. Con aquellas figuras y con un tablero de las mesas que había en el antiguo cine hacíamos los tronos. Aquello fue un juego de críos.
Luego, nos hicimos monaguillos. Y fue en esa época en la que le dijimos al cura que queríamos hacer una procesión de niños. Nos consiguió una figura de una Virgen pequeña (que se quemó años después y fue cuando se adquirió la Virgen de los Perdones actual) y a partir de ahí casi hasta hoy. Ese es el germen de la actual Hermandad de la Virgen de los Perdones.
La primera vez que salió esa Virgen pequeña de la que te hablo fue en 1990 pero no fue en Semana Santa, fue en las vísperas de la festividad de la Patrona, el día 8 o 9, creo recordar. Le pusimos unas andas pequeñas, salimos por la puerta de la de la Iglesia que da a la Plaza Mayor, dimos una vuelta a la Plaza y entramos por detrás. Esa fue nuestra primera procesión.
Fue en el año 1993 cuando solicitamos al cura poder participar de la Semana Santa. Nos concedió el Martes Santo. Y nos pusimos manos a la obra: buscamos unas andas, unas de Carboneras, otras de una pedanía de Lubrín y le pedimos al cura el Cristo chiquitillo que había en la Iglesia. En 1994, sacamos a la Virgen y al Cristo a hombros, con dos bandas que trajimos pidiendo favores. Esa fue la primera procesión de Semana Santa de los Perdones y fue también la primera vez que se sacó un trono a hombros. Porque, a pesar de que como hasta los años 70 sí salían a en andas (eran tronos pequeños y no había ruedas para eso), en aquel momento todas lo hacían a ruedas. Y fuimos los únicos que en ese momento salieron a hombros.
El año siguiente, en 1995, tanto el Nazareno, como el Cristo de la Misericordia salieron a hombros. Y en 1996, fue la Virgen de las Angustias la que salió a hombros.
¿Es que es una deshonra que el trono salga a ruedas?
No, qué va. Pero personalmente, no me gustaría. Ahora bien, también te digo que preferiría que saliera a ruedas a que no saliera o a que alguien se hiciera daño porque no hay suficiente gente.
La Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestra Señora la Santísima Virgen de las Angustias procesiona los pasos del Cristo atado a la columna, la Santísima Virgen de las Angustias y el Santísimo Cristo Yacente en el Sepulcro.